Pegar para educar

La violencia solo engendra violencia, este es un dicho tan antiguo como cierto. Es muy simple, si pegamos a nuestros hijos ellos también pegarán, a nosotros, a sus compañeros, a sus hijos… Es un círculo que una vez establecido no tiene fin.

Pero pese a todo, hasta no hace mucho tiempo la violencia formaba parte de una pretendida educación, todavía son muchos los que recuerdan la regla del maestro en sus manos o el cachete de su madre.

Muchos son también los que aún hoy opinan que tampoco pasa nada, que una torta a tiempo puede ser hasta beneficiosa y no consideran que esto sea violencia.


Cualquier acción violenta el niño la asumirá como que es normal ese proceder


Gran error, cualquier tipo de acción agresiva ejercida contra otra persona es violenta, sea un cachete en el culo o un bofetón, especialmente si estamos hablando de un adulto que pega a un niño completamente indefenso ante la fuerza del otro. Hay gente que pierde de vista que los niños son personas, y si no le damos una torta a nuestra compañera de trabajo por tirar papeles al suelo, tampoco se la podemos dar a un niño pequeño.

Los que dicen que los niños no entienden de otra forma seguramente no se hayan parado a probar de otra manera. Un niño es perfectamente consciente de si ha hecho algo mal solo por como le mira su madre, ese sentimiento de haber decepcionado a su ser más querido sirve a cualquier niño para darse cuenta de su error, darle un cachete solo servirá para hacerle daño.

Pero además hay otra serie de consecuencias si la forma común de actuar ante una mala acción es con violencia física. Lo primero es que no aprenderá nada, si no repite una acción no será porque haya aprendido que está mal y que portándose así hiere los sentimientos de sus padres, por ejemplo. En vez de desarrollar esa empatía, de ponerse en el lugar del otro y de razonar porqué un acto está mal, lo que hará será no repetirlo simplemente por el miedo al castigo. Actuar condicionado por el miedo crea niños inseguros que a la larga desarrollan una baja autoestima y menos confianza en si mismos.


El niño que recibe bofetadas en casa las imitará luego con otros niños e incluso sus padres


Junto a esa falta de aprendizaje, otra consecuencia es que ese será su modelo a imitar. Cuando alguien se porte mal este niño reaccionará pegándole, puede que incluso se atreva a levantarle la mano a sus padres cuando sea más mayor, una conducta que si llega puede degenerar en situaciones familiares verdaderamente dramáticas.

Los niños que responden de forma violenta por haber sido maltratados son niños infelices, suelen presentar altos índices de fracaso escolar, tienen dificultades para establecer relaciones interpersonales satisfactorias, además de la citada baja autoestima y problemas en el desarrollo psicológico. Es habitual que sean adultos con cuadros depresivos y otros problemas de tipo emocional, además de repetir ese patrón de violencia con sus seres queridos.

Por todo ello, ante el impulso de soltar la mano al culo de nuestro hijo cuando hace alguna trastada, más vale contar hasta tres y pensárselo dos veces. Hay otros caminos que no pasan por la torta y que a la larga son mucho más beneficiosos y dan mejores resultados.