¿Cuánto exigir a un niño?

Desde el momento en que un bebé llega a un hogar los padres comienzan a desarrollar una serie de expectativas y esperanzas. Esperan que su hijo vaya cumpliendo etapas y aprendiendo y lo esperarán durante toda la vida. Esperan que empiece a sonreír, esperan que le salgan los dientes, esperan que digan su primera palabra, que empiece a andar, a ir al cole, a salir solo, a ir a la universidad, a encontrar un trabajo… Son cientos y cientos las expectativas que durante toda la vida del recién llegado sus padres derramarán sobre él.

Lo que suele suceder es que estas esperanzas paternas que comienzan nada más nacer, pueden acabar ejerciendo una presión excesiva sobre el niño y esto se nota desde que son pequeños.

Hay padres que se sienten orgullosos de que a su retoño le hayan salido los dientes a los cinco meses o que hayan empezado a andar a los diez, estos mismos padres se avergonzarán si con dos años sus hijos apenas balbucean o llevan pañales cuando el resto ya no.


¿A partir de qué edad podemos pedir esfuerzo a un niño?


Cuando hablamos de bebés y niños tan pequeños esta actitud hay que descartarla de raíz. En esta etapa los logros y avances de los niños son fruto de su desarrollo madurativo, el niño no puede hacer nada para que le salgan los dientes o para andar antes de tiempo, por eso los padres deben mantener una actitud de normalidad, sin dar importancia a estos procesos, ya que, a no ser que haya algún problema de otro tipo, ningún niño se queda sin dientes o sin aprender a andar.

Lo que sí se debe hacer es animar esos primeros avances en la vida del niño, restando importancia a un supuesto retraso respecto al resto. Esta actitud se debe mantener siempre, pero según vayan creciendo deberemos incorporar factores motivadores y cierto nivel de exigencia. Para saber qué se le puede exigir a nuestro hijo deberemos conocer bien sus capacidades, para ello será bueno hablar con sus educadores, juntos podremos ver si nuestro hijo puede pero no quiere, o simplemente le cuesta y hay que trabajar más.


Inculcar la cultura del esfuerzo a un niño desde el principio


Cuando las exigencias reales están claras podemos empezar a inculcar en el niño el valor del esfuerzo para conseguir los objetivos planteados. Aunque sepamos que podemos pedirle que haga hasta ahí, habrá que mantener una actitud flexible, no todos los días son iguales y para que esa exigencia no le agote habrá que saber cuando parar. Habrá días que llegue cansado del colegio, puede que ese no será el mejor día para iniciar una nueva tarea.

Con el nivel de exigencia preciso, la capacidad de ser flexible y la motivación adecuada, el niño verá que poco a poco va consiguiendo resultados, esto será un incentivo que le ayudará a ponerse cada vez metas más altas. Pero si en cambio se le exige más de lo que puede dar o se hace de una forma autoritaria y con el castigo como amenaza, el niño verá que no consigue resultados por mucho que se esfuerce, se desmotivará más, aparecerá la frustración y quedará estancado, con todo lo que ello conllevará para su proceso de aprendizaje.