Las palabrotas de los niños

En cuanto los niños dejan de ser bebés y empiezan a sentirse mayores, lo primero que hacen es empezar a descubrir el mundo de los adultos, y el ‘sabor’ de lo prohibido. Y una de las cosas que descubren es el poder del lenguaje, y de las palabrotas.

Una palabrota en boca de un niño no es el mismo taco que  en la de un adulto.

Los pequeños usan este tipo de expresiones sin querer imponerles la carga que nosotros les damos.

Entre los 3 y los 5 años de edad, un niño entra en contacto con otros críos más mayores, va al colegio… se relaciona con gente de cuya boca puede escuchar expresiones mal sonantes, como palabrotas o tacos. Y las usa como un recurso expresivo más, pero sin ser consciente de lo que está diciendo.

Cuando los padres oímos la  primera palabrota de nuestro hijo, debemos reaccionar sin enfados, e intentando canalizar lo que el  niño siente, bajo el prisma de otras expresiones. Reñirle por lo que ha dicho sin darle ninguna explicación no es nada positivo, ya que el pequeño no entenderá porqué no puede decir esa palabra.


Qué deben hacer los padres


Ante todo, los padres tenemos que ser conscientes de que nuestros hijos nos imitan, con lo que debemos darles ejemplo y no  pronunciar palabrotas, al menos delante de ellos.  Y, lo que es más importante, por mucho que nos haga mucha gracia oírles, no podemos sonreir nunca delante de ellos cuando las pronuncian.

Debemos limitarnos a explicarles de manera sencilla, y sin montar ninguna tragedia, que las palabrotas son desagradables y  que a nadie le gusta escucharlas. Hay que tener en cuenta si nos mostramos excesivamente vehementes solo conseguiremos atraerlos aun más a pronunciarlas.

Finalmente, debemos plantearnos la posibilidad de que el niño solo use palabrotas para llamar la atención. En muchas ocasiones, comportarse mal es una garantía de que los padres vayan a estar encima de ellos.


Hay que hacer que el niño pida disculpas


Los padres también debemos mostrarnos firmes a la hora de que el niño tenga que disculparse con las personas a las   que pueda ofender pronunciando según que palabras. Hay que evitar por todos los medios que creen situaciones especialmente embarazosas con los extraños, por lo que si  el niño se descontrola con el  uso de palabrotas, es aconsejable que los padres nos mostremos más duros.

Esta dureza debe incluir hacerle entender que molesta a los demás, y  que aunque es libre de actuar, no puede hacer cosas desagradables para los demás. Y  esta actitud nuestra debe ser coherente y firme, lo que implica que cada vez que le escuchamos pronunciar una palabrota, debemos censurarle con un no, firme y decidido. De todos modos, si  aun asi, no conseguimos que deje de pronunciarlas, debemos plantearnos los motivos que llevan al niño a tener esta necesidad de llamar la atención. Puede ser que estemos siendo demasiado estrictos con él, o que simplemente  no estemos por él todo lo que necesita.