Los niños también aprenden con sus fracasos

Como padres queremos que nuestros hijos estén sanos, felices y evitarles sufrimientos en la medida de lo posible. Pero mantener a los hijos dentro de una burbuja no les va a ayudar a enfrentarse a la vida, y no perdamos de vista que esa es nuestra misión principal: enseñarles y educarles para saber desenvolverse con éxito una vez emprendan su camino.

Este camino va a estar plagado de penas y alegrías, de fracasos y éxitos y los niños debe saber enfrentarse adecuadamente tanto a unas como a otras.

El fracaso no es plato de gusto de nadie, pero hay que saber sobrellevarlo. La diferencia entre las personas que han aprendido a lidiar con él y las que no, está en que las primeras extraerán un aprendizaje del mismo y volverán a intentarlo con nuevas armas, en cambio las segundas, se rendirán, desistirán, no serán capaces de superarlo, ante esto ¿cómo queremos que sean nuestros hijos?


Lo importante: aprender de los fracasos


De todos los fracasos podemos extraer un aprendizaje y eso es algo que los niños aprenden desde pequeños. Solo hay que observar a un niño de corta edad con un juguete nuevo empezará a probar su funcionamiento, primero de una forma, si no funciona, lo hará de otra y así hasta que consiga saber como va. Aquí nuestro trabajo es animarle a que continúe, con frases como ‘prueba por este lado’ o ‘¿y si lo pones así?

No debemos dejar que a las primeras de cambio se rinda, eso sí, deberemos asegurarnos que el reto que se le propone está a su nivel. Si le proponemos un juego o una actividad que por su desarrollo no va a poder hacer no le estaremos motivando a superarse, solo conseguiremos que se frustre al fracasar sin remisión. Por ello las actividades y tareas que el niño deba hacer tienen que ser adecuadas a su edad y desarrollo, si no es así el fracaso será inevitable y ante el mismo solo podremos decirle que no se preocupe que llegará un momento en que lo podrá hacer.

Con el inicio de la etapa escolar llegan otro tipo de fracasos, aquí el niño empieza a compararse con el resto y puede sentir que fracasa si no consigue hacer lo que los demás. Siempre que esté dentro de sus posibilidades debemos animarle a que lo intente, sabiendo que si al final no lo consigue no pasará nada porque ha hecho todo lo posible. Esta es una actitud importante cuando hablamos de rendimiento académico, los fracasos deben servir como un elemento motivador que le ayude a hacerlo mejor la próxima vez. Tenemos que ayudarle a identificar los errores, falta de estudio, de planificación… y a corregirlos, podemos prestarle apoyo pero es el niño el que debe realizar el esfuerzo.

En todo este proceso la actitud de los padres será fundamental, si nosotros mismos empezamos a echar la culpa a otros factores, ‘es que tenía muchos exámenes, es el profesor que le tiene manía…’ el niño acabará haciendo lo mismo. Nuestro hijo tiene que ser capaz de superar las adversidades y salir reforzado de ellas.