Los lunares de los niños

Las células que dan color a nuestra piel (melanocitos), se acumulan formando diferentes tipos de lunares, unos tumores benignos que pueden ser abultados, grandes, pequeños, aparecer en grupo o tener vellos.

Los lunares, también llamados nevus, van apareciendo a lo largo de la vida. En el momento del nacimiento podemos presentar algunos, aunque la mayoría de ellos aparecen en los primeros 20 años de vida, otros se muestran en la vejez.

Aparecen tanto en niñas como en niños, sin importar la raza, no son contagiosos y no suelen ser hereditarios.

Seguramente habremos oído aquello de que “los lunares son peligrosos”, en realidad, son un fenómeno natural ante el que no debemos alarmarnos aunque si es importante saber cómo darnos cuenta si un lunar está cambiando o puede estar dando signos de enfermedad.


¿Qué es importante observar en los lunares?


Algunas características del lunar pueden estar indicando cambios sospechosos, es importante tenerlos en cuenta ya que en ocasiones pueden conducir a un cáncer de piel denominado melanoma maligno.

– Asimetría: la mitad del lunar no coincide con la otra mitad

– Bordes irregulares: poco definidos, parecidos a los de un mapa

– Coloración heterogénea: diferentes tonos de color, especialmente azul, negro o rojizo

– Diámetro mayor a 6 mm: mayores que la parte de atrás de un lápiz

– Elevación de parte de su superficie

Además, debemos estar atentos a otros cambios como el crecimiento excesivo en poco tiempo, el picor, el dolor o el sangrado.

Existen algunos factores como la exposición solar, la pubertad o los embarazos que pueden influir en el aumento de tamaño, número de lunares o pigmentación. A pesar de ello, siempre conviene la revisión de un dermatólogo cuando percibimos algún cambio en el lunar.


¿Qué precauciones debemos tomar con respecto a la piel y los lunares en los niños?


La exposición al sol, produce un daño en la piel acumulativo, es decir, con el tiempo no desaparecerá sino que quedará archivado en las células y continuará acumulando más daño si se produce.

La infancia supone el 50% de la exposición solar que se recibirá a lo largo de la vida, dado que la piel tiene memoria, puede pasarnos factura más adelante, por ello conviene cuidar la piel de nuestros hijos especialmente en los primeros años.

Se cree que el uso de protectores solares antes de la edad adulta reduce la incidencia del cáncer de piel hasta en un 78% y que haber sufrido quemaduras solares en la infancia supone un factor de riesgo para el desarrollo de melanoma.

Debemos utilizar gorros o sombreros, gafas y ropa, así como fotoprotectores adecuados (más de 30 SPF) para nuestros hijos y renovar su aplicación en el tiempo recomendado. Del mismo modo, es importante evitar la exposición directa al sol y las horas en las que incide con mayor intensidad, entre las 12:00h de las mediodía y las 16:00h de la tarde.

La playa, la piscina o el campo pueden ser lugares maravillosos para el desarrollo de nuestros hijos, siempre que mantengamos en orden las precauciones para proteger su delicada piel.