Los errores más comunes que se cometen con los castigos

En alguna otra ocasión hemos hablado del castigo como algo que se debe evitar, en lugar de castigar tenemos que pensar en términos de enseñanza y aprendizaje. Esto es lo que debe guiar cualquier pena que queramos imponer a nuestros hijos.

Y aquí tendríamos el primer error, que el castigo no signifique nada.

Nuestro hijo ha tirado el jarrón al suelo jugando, llegamos a casa y lo vemos, él ya está en otra cosa. Nuestra reacción es ‘¡Castigado! Vete a tu cuarto’ Y el niño se va a su cuarto. ¿Qué es lo que ha aprendido? Nada en absoluto, ni siquiera está seguro de que haya sido por romper un jarrón porque ya ha pasado un tiempo. Cuando le sancionamos debemos dejarle claro que es lo que ha hecho mal y si es pequeño se debe hacer lo más próximo a la acción posible ya que si no, no tiene sentido.


El niño debe comprender siempre el motivo del castigo, y hay que explicárselo


En el mismo ejemplo, vemos el jarrón roto y le decimos ‘Has roto el jarrón, muy mal, al rincón, a pensar en lo que has hecho’. Esta es una fórmula mejor que la anterior, el niño sabe que se le castiga por romper el jarrón y que eso está mal porque las cosas no se rompen. Pero ¿de qué le va a servir ese tiempo para pensar? Ya sabe que está mal, aunque lo está asumiendo de una forma mecánica ‘las cosas no se rompen y punto’. Sin olvidar que asociamos pensar a algo negativo, cuando debería ser todo lo contrario.

Y llegamos de nuevo al jarrón roto, qué tal si le decimos ‘qué pena, se ha roto el jarrón, me lo regaló la abuela y me gustaba mucho’. El niño no solo se da cuenta de que ha hecho algo mal, sabe que ha herido los sentimientos de su madre y esto le hace comprender de forma más clara porqué no se deben romper las cosas, ¿es necesario el castigo? ¿no ha aprendido ya la lección? Podemos completar la acción haciéndole que nos ayude a recoger los trozos, así aprende también que todo tiene sus consecuencias. Este es solo un ejemplo pero se puede seguir este sistema en la mayoría de situaciones cotidianas, especialmente si son pequeños.

Al crecer el diálogo y la comprensión puede que no sean suficientes, aun así deberemos seguir las mismas pautas. Si le dejamos sin tele debe tener claro porqué ha sido. Además el motivo debe estar justificado, de ahí la necesidad de que las normas de la casa estén claras, no se le puede castigar un día por una cosa que hace una semana nos hacía gracia. Si el niño tiene bien claro lo que se puede hacer y lo que no, será plenamente consciente de que ha hecho algo mal y asumirá las consecuencias. En cambio si estas normas no están claras acabará asumiendo como injustos muchos castigos, y con razón, sin llegar a establecer unos valores claros.


Los castigos, una vez impuestos, se deben mantener


Del mismo modo, al aplicar un castigo se debe mantener. No sirve para nada decirle que si no hace los deberes no podrá ver la tele y luego dejar que la vea. Aprende que aunque le digan que no, luego es sí y aunque a veces se mantenga el castigo vale la pena el riesgo y la lucha así es diaria. Por tanto de nuevo, normas claras, sin excusas.

En resumen, enseñar en lugar de castigar y establecer unas normas en casa que si son claras son asumidas y cumplidas, así conseguiremos que los castigos sean la excepción.