El niño aprende a tener miedo. Guía de ayuda a los padres de hijos miedosos

El miedo está inscrito en nuestro código genético, es de hecho un mecanismo de defensa que incluso nos puede salvar la vida. Que el niño lo experimente es algo tan normal, y tan necesario, como puede ser la risa. Solo hay que saber lidiar con él.

Estamos ante una situación extraña, desconocida, nuestro instinto nos alerta de que hay algún peligro.

Ante esta u otras situaciones nos invade la sensación de miedo, de ansiedad, el pulso se acelera y nos ponemos en estado de alerta. Si esto no fuera así, si ante los peligros o las situaciones de riesgo no sintiéramos ese freno, no hubiéramos llegado muy lejos como especie.


El miedo instintivo


Es de esta forma una emoción primaria, y por tanto una de las primeras que va a conocer nuestro hijo. Podemos pensar que cuando es un bebé está seguro en casa, no debe tener miedo. Pero él no sabe cuando se apaga la luz si se va a volver a encender, no sabe si sus padres van a volver cuando le dicen adiós, no sabe si el resto de niños suponen una amenaza. Ante todas estas situaciones suelen reaccionar con miedo.

Poco a poco irán aprendiendo a no tener miedo de esas situaciones cotidianas ya que el temor a lo desconocido se elimina precisamente conociéndolo. En este proceso, según la edad del niño y su desarrollo, irá pasando por diversos temores, eliminará antiguos y creará nuevos. Un niño de un año tendrá miedo de estar separado de sus padres, a los 4 lo que le asusta es el monstruo del armario o los fantasmas, cuando cumple 8 su máximo temor son las inyecciones mientras que con 12 lo que le preocupa es suspender o no ser aceptado entre sus iguales.

En como se percibe una situación por parte del niño tiene que ver por un lado su propia personalidad y predisposición genética y por otra el aprendizaje, sobre todo lo que percibe de sus padres. No todos los niños reaccionan igual, algunos se echan a llorar en presencia de extraños, otros los reciben con una sonrisa, unos se tiran a la piscina sin pensarlo y otros prefieren la escalera. Hay niños más cautos ante las situaciones nuevas y otros que se lanzan sin pensar.

Conociendo a nuestro hijo sabremos hacia donde tiende más y podremos actuar en consecuencia. Si es un niño que se suele asustar lo más importante va a ser que los padres cojan aquellas situaciones que le provocan temor y se las hagan ver de forma natural. Si nosotros mostramos miedo o ansiedad eso es lo que el niño va a interiorizar, por lo que si somos personas miedosas deberemos empezar por nosotros mismos.


Disminuir el temor y enseñarle a afrontar sus miedos


Que el niño comprenda la situación no significa que vaya a dejar de tener miedo. No se le debe forzar a que se enfrente a ella de golpe, lo mejor es ir poco a poco. El ejemplo más claro es el miedo a la oscuridad, no se trata de dejarlo a oscuras de golpe, si no de ir bajando la intensidad paulatinamente.

También suelen funcionar las técnicas de role playing, los padres o hermanos pueden representar las situaciones que teme el niño e incluso vivir ese momento, por ejemplo estando en una habitación a oscuras.

Si el niño es miedoso no debe experimentar situaciones que incrementen esa sensación. Las películas, los juegos o las atracciones de este tipo mejor dejarlas de lado.

Mientras dura este proceso no debemos castigar al niño o hacerlo sentir culpable y mucho menos ridiculizarle, con paciencia y acercándose poco a poco al objeto de su miedo este irá desapareciendo. En el caso de que no desaparezca y se transforme en una fobia o desemboque en estados de ansiedad o terror deberemos acudir al especialista.