La siesta: un antídoto contra la depresión y ansiedad infantil

La siesta es una de las tradiciones españolas que los padres acostumbramos a nuestros hijos a seguir desde prácticamente su nacimiento. Y la verdad es que no es solo un ratito para dormir, la siesta ofrece numerosas ventajas, tanto a niños como a mayores.

En opinión de los expertos en desarrollo infantil, los niños deben hacer la siesta hasta que al menos tienen 5 años, ya que les resulta tan beneficioso a nivel de crecimiento como una alimentación correcta.

Pero también debemos tener en cuenta que los beneficios de la siesta para los niños van más allá de recargar sus pilas energéticas.

De hecho, este rato de relax les ayuda a no caer en problemas de hiperactividad, depresión y ansiedad infantil, que son más frecuentes de lo que pensamos entre pacientes infantiles.

También descansar menos de 1 hora después de comer ayuda a que los niños estén neurológicamente más despiertos, lo que influye en su capacidad de asimilación de conocimientos y estímulos externos que puedan recibir.


La siesta y el sueño nocturno


Muchos padres piensan que si su hijo duerme la siesta después de comer, tendrá problemas para conciliar bien el sueño por la noche, ya que estará demasiado descansado. Los médicos que analizan el proceso del sueño han demostrado que esta relación no existe y que, por lo tanto, si un niño no duerme por la noche es porque tiene problemas de hábito de sueño independientes al hecho de hacer la siesta.

Pese a lo bueno que es para un niño hacer la siesta, hay muchos pequeños que no la hacen cada día. Los horarios de colegio – y de los padres, en muchas ocasiones – dificultan mucho que los pequeños puedan llevar a cabo este hábito saludable. También puede ser que el mismo niño se rebele a hacer la siesta porque no consiga dormirse en seguida, y se vaya poniendo nervioso por ello.

De todos modos, los educadores están especialmente sensibilizados con el hecho de que los niños duerman la siesta y, de hecho, en las listas de material que los padres deben llevar a la guardería cuando su hijo empieza el curso, consta una almohada para sus ratos de sueño. Y este hábito debe mantenerse en edad preescolar, entre los 3 y 5 años, para que el niño tenga un mejor rendimiento psicosocial en su día a día.


No hace falta dormir


Hacer la siesta no implica necesariamente que el niño tenga que dormir con todas las letras. Simplemente, el hecho de acostumbrar al niño a relajarse durante un rato después de comer, ya les será provechoso. Y con ello nos referimos a que el niño puede simplemente estar en silencio en el sofá, relajado, ojear un cuento, o simplemente cerrar los ojos y dedicar unos minutos a imaginar su juego favorito. El caso es que sea capaz de descansar de su rutina.