La Espina Bífida

Consiste en una malformación congénita del tubo neural, que implica que, uno o varios arcos vertebrales posteriores no se han fusionado adecuadamente durante el embarazo y, por consiguiente, la médula espinal no tiene protección ósea. Generalmente, existen dos tipos de espina bífida: la espina bífida oculta y la espina bífida abierta o quística.

Se produce en los 26 o 28 primeros días del periodo de gestación.

Según las estadísticas tres de cada mil bebés nacen con espina bífida y, aunque las secuelas de dicha lesión se pueden tratar, lo cierto es que la curación total no es posible Además, la espina bífida puede localizarse a lo largo de la medula espinal en cualquier punto y en función de la zona que esté dañada, las consecuencias serán de mayor o menor gravedad. De este modo, cuanto más cerca de la cabeza se encuentre la vértebra o vértebras afectadas, más graves serán dichas consecuencias.


La espina bífida puede ocasional malformaciones en varios órganos


Así, aunque principalmente afecta al sistema nervioso central, sin dañar la capacidad intelectual ni el desarrollo cognitivo del feto, lo cierto es que puede provocar malformaciones en diversos órganos, tales como la cabeza, dando lugar a casos de hidrocefalia, así como otros trastornos relacionados con dicha lesión. Del mismo modo, también provoca casos de alteraciones del aparato locomotor (deformaciones, parálisis, debilidad muscular…), del sistema genito-urinario, del control urinario e intestinal, e incluso problemas de visualización, memoria o concentración. También se han dado casos de pubertad precoz, obesidad, alergias…

Según los especialistas, la espina bífida se debe a factores de carácter genético y también ambiental. Además, las mujeres embarazadas que tienen problemas en relación con el abuso de alcohol, las drogas, que siguen ciertos tratamientos farmacológicos e incluso que han tomado anticonceptivos durante un largo periodo, son más propensas a engendrar un feto con esta malformación. Asimismo, hay estudios que dejan patente que en un 50% de estos casos, en los que se producen defectos del tubo neural, la razón es la malnutrición, destacando la falta de ácido fólico.


Lo que mejor podemos hacer es tomar una mayor ingesta de ácido fólico antes y durante el embarazo


Y es que el ácido fólico, vitamina del grupo B, puede evitar, incluso en un 70 por ciento de los casos, ciertos daños de nacimiento graves, ya sea en el cerebro o en la columna vertebral del pequeño. Por ello, tomar esta vitamina es una forma de prevención muy sencilla pero que, a la vez, da muy buenos resultados. La cuestión es que hay que prevenirlo con antelación, ya que es al principio del embarazo cuando el tubo neural se forma. De este modo, lo indicado es consumir el ácido fólico desde incluso tres meses antes del comienzo del periodo de gestación y durante el primer trimestre del embarazo. Sin duda, es una forma muy útil de prevenir la espina bífida y sobre todo, cuando haya riesgos de que el segundo bebé también pueda nacer con este problema.

Finalmente, hay formar para poder detectar esta malformación. Así, la embarazada se someterá a análisis de los niveles de alfafetoproteína en la sangre. Se le hará esta prueba entre las semanas 16 y 18 de embarazo. Además, aunque con esta prueba pueden detectarse entre el 64 y el 80 por ciento de los casos de espina bífida, si además se somete a las pruebas de ultrasonido y del líquido amniótico, los resultados serán aún más válidos y contrastados.