Todo empieza con una simple mentirijilla, ¿has roto tu el vaso?, No, yo no he sido se ha caído solo’. Son pequeñas mentiras a las que los padres no suelen dar mayor importancia, al fin y al cabo ¿quién no ha dicho alguna mentira alguna vez?
El problema está en que esas pequeñas mentiras, que a veces hasta incluso hacen gracia a los mayores, pueden acabar convirtiéndose en una costumbre, y lo que de pequeños provoca risa de mayores se convierten en verdaderas farsas difíciles de descubrir.