Comunicación entre padres e hijos. Ideas para mejorar el diálogo en la familia.

Si nos preguntan si hablamos con nuestros hijos la respuesta de la mayoría de los padres sería afirmativa sin lugar a duda. Pero no es lo mismo hablar a nuestros hijos que lograr una comunicación efectiva con ellos.

En el acto comunicativo intervienen un receptor y un emisor que se transmiten un mensaje e intercambian sus posiciones.

Esta es la clave, comunicar de forma efectiva implica a su vez una escucha activa y una retroalimentación, te he escuchado, te he entendido y ahora te expongo yo mi punto de vista.


Comunicación a medias


Con nuestros hijos muchas veces nos quedamos en la primera parte, transmitimos el mensaje pero no estamos seguros de que haya habido una escucha activa y tampoco nos paramos a recibir su mensaje. Un ejemplo, podemos decir a nuestro hijo “recoge tu habitación” y seguir con nuestras tareas, cuando volvemos, el cuarto sigue igual y nos enfadamos “¡pero no te había dicho que recogieras! ¡no me escuchas! ¡Recoge ahora mismo!” esto último ya es una orden, no hay diálogo. Puede ser simplemente que nuestro hijo, ensimismado en su juego, ni se haya enterado de lo que le habíamos dicho. Debemos asegurarnos de que nuestro mensaje llegue y sea comprendido.

Podemos pensar que hasta que el niño no es capaz de hablar y entender no tiene sentido trabajar la comunicación, error. Al niño hay que hablarle desde el principio, él nos va a responder a su manera, con monosílabos, con una expresión o con una frase que no entendemos. Lo importante es que ya se da cuenta de que le hablan, le escuchan. Si esto se mantiene, cuando sea capaz de expresarse el diálogo formará parte de su vida.

Si queremos que nuestros hijos dialoguen con nosotros y tener verdaderas conversaciones hemos de empezar a predicar con el ejemplo. Si a la hora de comer ponemos la tele ya no hay nada de que hablar. Son precisamente los momentos en torno a la mesa los más propicios a la conversación. Podemos empezar contando como nos ha ido el día a nosotros, rescatando alguna anécdota y preguntando a su vez a los niños. Podemos aprovechar para planificar el fin de semana preguntando su opinión e incluso podemos hacerles participes de pequeñas cosas del funcionamiento del hogar, por ejemplo, “¿qué color os gusta más para los cojines que vamos a comprar?”.

El diálogo en la comida o en la cena no es el único modo para fomentar la comunicación. Una vez a la semana podemos hacer una noche de juegos en familia. Los juegos de mesa fomentan el diálogo de una forma lúdica y divertida.


La comunicación como rutina


También debemos acostumbrarnos a tener una conversación todos los días con ellos en la que nos cuenten que tal les ha ido el cole, pero debemos escucharlos de verdad, no dejar que hablen mientras nosotros hacemos otras cosas. Así solo les da la impresión de que no les prestamos atención.

Cuando haya que tomar decisiones importantes en casa podemos convocar una asamblea en la que les expongamos la situación, aunque la decisión final no sea suya, sentirán que son importantes en la familia y se les escucha.

Todo esto nos servirá para que, cuando llegue a esa época preadolescente en la que tiende a hablar poco y encerrarse en si mismo, nuestro hijo haya adquirido unos hábitos de diálogo que no le será fácil eliminar, por lo que nos será mucho más fácil hablar con ellos.

Por último la gran ventaja de dialogar con nuestros hijos es que ellos aprenden que esta es la manera de hacer las cosas, que hablando se entiende la gente y que los problemas tienen una mejor solución si los compartes.