Hiperactivo sí, desastre no

Nos saca de quicio, no es capaz de parar ni un minuto, le hablo y es como si no me escuchara y encima en el cole no da pie con bola. Es un desastre. Esta puede ser la conclusión de unos padres ante un niño inquieto, movido, al que le cuesta prestar atención. Niños así ha habido siempre y al final los padres acababan aceptando que su hijo era así y no valía para estudiar.

Pero hoy en día sabemos que un niño con bajo rendimiento académico que además no es capaz de estarse quieto y al que le cuesta concentrarse, prestar atención y mantener a raya sus impulsos seguramente esconda un déficit de atención por hiperactividad, un trastorno que le causa todos estos problemas a la hora de estudiar y relacionarse con el resto.


El ser hiperactivo no quiere decir que no se pueda controlar


Por ello, antes de dar a nuestro hijo por perdido, lo primero es valorar su comportamiento.

Aunque los padres tengan sus sospechas la mejor pista nos la van a dar desde el centro escolar, sus profesores son los que están en contacto directo con el niño y nos ayudarán a comprender qué le pasa al niño y como podemos actuar para ayudarle.

Una vez queda claro que el niño sufre este trastorno se suele actuar sobre dos frentes, el farmacológico y el psicopedagógico. En muchos casos se aplica tratamiento médico porque entre sus causas se ha comprobado la deficiencia en la producción de neurotransmisores cerebrales importantes en la regulación de la actividad como son la dopamina y la noradrelina, esta carencia hace que las células nerviosas no se comuniquen como deben. En todo caso debe ser el neurólogo o el psiquiatra el que prescriba el tratamiento adecuado.

Pero junto con la medicación es vital la vertiente educativa ya que es lo único que ayudará al niño a normalizar su conducta y poder dejar el tratamiento médico. Aquí es donde entra en juego el trabajo de padres, educadores y terapeuta.

La familia es el principal núcleo para el menor, por ello en casa se le deberán dar unas pautas claras, con órdenes sencillas y directas, a fin de que tenga claro lo que debe hacer y no pueda distraerse, también será necesario contar con un ambiente organizado y claro sin gritos ni recriminaciones. El niño debe saberse respetado y se debe también fomentar su autoestima valorando sus logros.


En el aula el niño hiperactivo necesita una atención especial por parte del maestro


En el aula el profesor debe comprender al niño y evitar darle tareas complejas o que requieran una excesiva concentración. Se le deben dar las pautas una a una, enseñarle a mantener el orden y propiciar que esté tranquilo. No se le puede exigir demasiado ni tampoco humillarlo o estar pendiente de lo que hace mal. Los niños van a necesitar la palmadita en el hombro y sentir que se valoran sus esfuerzos.

Por su parte el terapeuta reducará al niño en aquello que precise y se encargará de entrenarle en habilidades sociales, en técnicas de relajación o en la resolución de problemas.

Con la implicación de todos estos agentes y la medicación en caso de ser necesaria, el niño hiperactivo podrá al final controlar su problema y el fracaso no será algo que tenga que ir asociado a su vida.