‘Me lo he comido todo’, ‘ya he acabado los deberes’, ‘voy a dormir a casa de Marcos’. Son ejemplos de mentiras que a lo largo de la vida podremos ir en boca de nuestros hijos. No son todas iguales y el hecho de que lleguen a la adolescencia siendo sinceros con nosotros dependerá de como reaccionemos a esas primeras mentirijillas.
Cuando son pequeños, hasta aproximadamente los seis años de edad, los niños tienen su propia percepción de la realidad.
No mienten con malicia, suelen hacerlo porque es lo más sencillo. Decir que se han lavado las manos cuando es obvio que no, o que se han comido las verduras cuando están escondidas debajo de la carne. Son mentiras inocentes, tiernas incluso, y ante las cuales los padres suelen reaccionar bien con risas o enfadándose enseguida.