Las mentirijillas de nuestros hijos

‘Me lo he comido todo’, ‘ya he acabado los deberes’, ‘voy a dormir a casa de Marcos’. Son ejemplos de mentiras que a lo largo de la vida podremos ir en boca de nuestros hijos. No son todas iguales y el hecho de que lleguen a la adolescencia siendo sinceros con nosotros dependerá de como reaccionemos a esas primeras mentirijillas.

Cuando son pequeños, hasta aproximadamente los seis años de edad, los niños tienen su propia percepción de la realidad.

No mienten con malicia, suelen hacerlo porque es lo más sencillo. Decir que se han lavado las manos cuando es obvio que no, o que se han comido las verduras cuando están escondidas debajo de la carne. Son mentiras inocentes, tiernas incluso, y ante las cuales los padres suelen reaccionar bien con risas o enfadándose enseguida.


No hay que reforzar la conducta de las mentirijillas


Ninguna de estas formas es la más recomendable, si nos reímos ante sus engaños, por muy simpáticos que nos parezcan, no hacemos más que reforzar esa conducta, repetirán sus mentiras porque son graciosos para papá y mamá. Del mismo modo si les castigamos también estamos reforzando esa actitud, nuestro hijo se da cuenta que así llama la atención de sus padres, aunque sea de forma negativa, y tenderá a repetirlo. Por eso lo mejor será hacerle saber que no se debe mentir, que no está bien y que decir la verdad siempre es más beneficioso. Cuando son pequeños esto les ayudará a distinguir la realidad de la fantasía.

Como en todo el ejemplo deberá partir de los adultos, si nuestros hijos nos descubren en alguna mentira, por muy piadosa que sea, ellos aplicarán la misma regla. No deben tener miedo a decir la verdad, para ello deben saber que nosotros les queremos independientemente de sus actos y deben saber que con la verdad conseguirán que confiemos en ellos y por tanto lograrán más libertad y la asunción de nuevas responsabilidades.


Con la edad las mentirijillas se pueden convertir en un problema


Según crecen las mentiras dejan de ser ‘cosas de niños’ y se pueden convertir en un problema bajo el que subyace alguna causa grave. Cuando van dejando atrás la niñez temprana empiezan a mentir por diversas causas. Normalmente suele ser por miedo al castigo ante alguna mala acción, es habitual, aun así deben saber que la mentira solo agrava la situación y que reconociendo los hechos se obtienen mejores resultados. También pueden mentir porque el nivel de exigencia sobre ellos es muy alto y temen defraudar, otras veces la mentira les sirve para llamar la atención, cuentan una historia y eso les sirve para ser los protagonistas. En otros casos mienten para ocultar otro tipo de problemas, con los amigos o en la escuela.

Lo importante será averiguar qué subyace tras la mentira, especialmente para detectar si nuestro hijo está sufriendo algún problema grave. Habrá que ser paciente y saber valorar cada situación en su justa medida. Será muy importante crear un clima comunicativo fluido, que nuestro hijo tenga libertad para expresarse sabiendo seguro el cariño de sus padres pese a sus acciones, y hacerle ver la necesidad de la honestidad en la vida.