No es posible tener a nuestros hijos vigilados las 24 horas del día. Por mucho que los queramos tener controlados, siempre habrá momentos en que escapen a nuestra atención, lo que por otro lado es algo natural.
El camino hacia la escuela, la salida al parque con los amigos o incluso esos ratos en los que está conectado a internet.
Todos son focos de posibles riesgos, y como la presencia perpetua de los padres no es ni posible ni saludable, se trata de que sea el propio niño el que aprenda a prevenir estas situaciones.