El único vínculo real que tiene el bebé cuando nace es su madre. Es la presencia que conoce y le tranquiliza, el latido de su corazón ha sido su banda sonora y los movimientos de su madre los suyos propios. Su voz y su sola presencia es lo único que necesita para sentirse tranquilo y a gusto.
Si tenemos en cuenta todo esto no puede resultar más normal que el niño llore cuando su madre no esté presente.
Hay que comprender que el bebé no sabe nada del mundo que le rodea, para él lo que no ve no existe, no puede entender que su madre solo ha ido a la habitación de al lado, ¿y si no vuelve? Entonces llora. Poco a poco, con el tiempo, irá aprendiendo que hay situaciones en las que aunque no vea a su madre ella volverá pronto y no llorará igual. Sabe que su madre está en la cocina o en el baño porque identifica los ruidos y aunque seguramente proteste, no será un llanto intenso.