A pesar de que los padres velan constantemente por la seguridad de sus hijos, a menudo, ocurren accidentes, como es el caso de las quemaduras. Es cierto que a los pequeños les llaman la atención la luz o el calor que desprenden ciertos objetos como planchas, estufas, una chimenea y por ello se ven atraídos a tocarla.
Aún así, dichas quemaduras pueden producirse por diferentes motivos, tales como la exposición excesiva al sol, a llamas, por fricciones, o por el contacto con productos químicos o electricidad.
De este modo, una vez que se ha producido el accidente, los padres se preguntan cómo actuar. Lo primero será valorar la gravedad de la quemadura, en función de una serie de factores tales como la extensión, la profundidad, así como la edad del pequeño. En cuanto a la extensión, es evidente que, cuanta mayor cantidad de piel se haya visto afectada, más grave será dicha quemadura.