Cómo abrazar a un bebé

Los bebés necesitan que les cuidemos, y que cubramos sus necesidades físicas prioritarias, como darles de comer, de beber o lavarles. Pero esto no es todo: la relación que se establece entre padres e hijos desde su nacimiento debe ir más allá.

Los padres tienen que saber establecer vínculos afectivos con sus hijos desde muy pequeños, expresándoles todo el amor que sienten por ellos, y comunicándole con acciones su cariño y afecto.

Este vínculo afectivo se crea con palabras, pero también con gestos, que comunican muchas veces aún más cosas.

Y uno de los mejores gestos para que un niño note que su padre le quiere es un abrazo, con el que se transmite sensaciones de protección, seguridad, confianza, fortaleza y afecto.


La importancia del contacto físico


El contacto físico entre padres e hijos es esencial para que se unan aun más. De hecho, todos necesitamos tocarnos y abrazarnos, pero en el caso de los pequeños, esto es aun más indispensable, para fomentarles el sentirse seguros y confiados.

Para un niño, recibir un abrazo es casi algo terapéutico, que incluso le ayudará a sentirse mejor si está enfermo, o triste. Sentir los brazos de sus padres rodeándoles, es para ellos casi una cura fisiológica. Y es que estimular sus sentimientos puede hacer casi milagros en un niño.


Abrazar a un bebé


Si es importante abrazar a un niño de cualquier edad, aun lo es más hacerlo a un bebé recién nacido. Los pequeños que acaban de llegar a este mundo son los que más necesitan sentir la presencia y la seguridad que les proporciona el contacto con sus padres.

Algunos expertos en educación infantil afirman que no hay que coger a un bebé en brazos más de lo imprescindible, para evitar que luego el pequeño se acostumbre a estar siempre con nosotros, y no nos deje dormir.

La mejor opción que pueden tomar unos padres ante su hijo recién nacido, es cogerlo el tiempo que sea necesario, teniendo siempre muy claro que no todos los niños son iguales. Los hay que después de tomar la leche materna, se quedan relajados en la cuna, mientras que otros son más nerviosos, o se asustan, y no dejan de demandar el calor que les proporcionen sus padres.

Si los padres notan que los bebés recién nacidos se sienten más seguros cuando notan el contacto de sus progenitores, no hay ningún problema en que los cojan, y les den calor. Quizás, si es excesivo el tiempo que pasan en manos de sus padres, se empiecen a malcriar, pero si los adultos saben mantener un equilibrio sensato, siguiendo su sentido común, conseguirán convertir las caricias, los abrazos y los mimos de sus padres en el mejor camino para que los pequeños se sientan seguros y fuertes en su entorno. No podemos olvidar que el bebé acaba de salir del vientre materno, en que tiene todo lo que necesita, y empieza a depender de acciones de terceros. Por eso, es tan importante que se le acostumbre a recibir abrazos y caricias.