Son muchos los motivos que pueden influir en que una pareja no pueda tener hijos de forma natural. Factores físicos, psicológicos o emocionales se suelen combinar tanto en el hombre como en la mujer e impiden que se puedan reproducir sin ayuda. Hoy en día son también varias las técnicas desarrolladas para ayudar a la pareja en este proceso.
Entre los diversos tratamientos, los más importantes y con mayores probabilidades de éxito son la inseminación artificial y la fecundación in vitro, esta última se utiliza en pacientes que no han conseguido el embarazo con el resto de métodos.
La inseminación artificial
La inseminación artificial es un término genérico con el que se designa cualquier método de reproducción en el que el esperma es depositado en la mujer por medio de instrumental especializado.
Previo a la inseminación se lleva a cabo un exhaustivo control del ciclo menstrual de la mujer por medio de diversas pruebas a fin de escoger el momento óptimo.
En ocasiones se recetan medicamentos para la fertilidad y también es habitual realizar tratamientos estimuladores de la ovulación, esto produce más óvulos por lo que aumentan las probabilidades de tener embarazos múltiples. El semen sigue su propio proceso, se realiza un lavado del mismo a fin de eliminar las sustancias químicas innecesarias y potencialmente nocivas.
El proceso de inseminación se clasifica en diversos tipos en función de donde se produce. Puede ser intracervical, cuando los espermatozoides se colocan en el cuello del útero, o intrauterina, si se depositan directamente en el útero, esta es la más común.
Aún hay otros tipos menos conocidos pero que también se pueden practicar. En la inseminación intravaginal el semen tal y como es eyaculado se coloca en el fondo de la vagina mediante una inyección, es una técnica utilizada para casos de disfunción sexual, lo puede realizar el médico o también se puede llevar a cabo en casa. La inseminación artificial intratubárica es más invasiva y de coste elevado, consiste en la colocación del esperma directamente en las trompas de Falopio.
La fecundación in vitro
La fecundación in vitro se diferencia de este tipo de inseminaciones en que, pese a ser también un proceso artificial, la fecundación no se produce en el organismo de la mujer si no que el óvulo es fecundado en el exterior. Una vez los ovocitos son fecundados el embrión o embriones resultantes se cultivan en el laboratorio, se realiza una selección y los más aptos son implantados en la mujer, siempre antes de los 14 días. Los embriones descartados se pueden congelar. En este proceso se pueden utilizar espermatozoides u óvulos de donantes.
Aunque hay diversos protocolos el principio general es el mismo, el ovocito y el esperma se incuban juntos en un medio de cultivo con glucosa durante unas 18 horas. Una vez el óvulo es fecundado se pasa a otro medio de cultivo donde permanece alrededor de 48 horas hasta que se contabilizan de 6 a 8 células. Tras la obtención del cigoto este se cultiva de 2 a 5 días para obtener el embrión. No se trata de un proceso doloroso y las probabilidades de éxito cuando se implantan los embriones pueden superar el 35%.