En el momento en que la mujer se queda en estado comienzan una serie de preparativos en su cuerpo para cubrir todas las necesidades que tiene y tendrá el bebé en gestación. El organismo comienza a funcionar como una perfecta máquina en la que todo está en su sitio y a punto para su misión.
Una de las partes de este engranaje es el pecho.
Durante los nueve meses que dura el embarazo los senos de la mujer experimentan una serie de cambios. En las primeras semanas se manifiesta un dolor similar al del periodo menstrual, tras pasar el primer trimestre empiezan a crecer, incluso dos tallas en algunas mujeres y además los pezones se agrandan y se oscurecen. Estos cambios ocurren ni más ni menos porque el organismo se prepara para llevar a buen término una de las misiones de la madre, amamantar a su hijo.
Fugas durante el embarazo
En torno al tercer mes de embarazo los pechos empiezan a producir el calostro, no es leche en si misma, es una sustancia encargada de alimentar al bebé nada más nacer y protegerle contra infecciones. Este líquido puede segregarse incluso antes del parto, es lo que se conocería como fuga de leche.
Las fugas de leche se dan especialmente a partir del tercer trimestre, aunque algunas mujeres las experimentan antes de la semana 25. No afecta por igual a todas la embarazadas y hay mujeres que no van a pasar por ello. La razón física de estas fugas se debe a la mayor producción de la hormona prolactina, que estimula la producción de leche en las glándulas mamarias, por eso, cuando se note esta segregación, lo único que se puede hacer es lidiar con ella lo mejor posible. En el caso de que sea muy abundante se pueden utilizar protectores mamarios en la copa del sujetador, pero no hay que tratar de extraerla ni cortar su flujo, solo dejar que el proceso natural siga su curso.
Tras el parto, una vez que los estrógenos y la progesterona dejen de actuar, la prolactina quedará libre para cumplir su misión y procederá a estimular la mama para la producción de leche con la que iniciar la lactancia.